Los anglosajones, que en esto de los asuntos financieros son unos linces, llevan años utilizando el término "payday loan" para este tipo de crédito. Su traducción literal viene a ser "crédito salario", lo que aquí llamaríamos un anticipo de nómina.
Antes de la omnipresente crisis crediticia del 2007-2008, que a nosotros nos tocó doble ración con el pinchazo de una burbuja inmobiliaria, los anticipos nómina eran cubiertos por un amplio catálogo de servicios financieros:
- Algunas empresas, especialmente bancos, ofrecían/ofrecen anticipos de nómina a sus empleados.
- Algunas cuentas corrientes de los bancos cubrían descubiertos sin comisiones siempre que fueran inferiores a la media de los ingresos periódicos.
- Una tarjeta de crédito puede considerarse como un préstamos preconcedido por un determinado importe. Vas al cajero, activas la opción retirada a crédito y vualá, ya tienes tu crédito rápido.
Por tanto, estos créditos rápidos o instantáneos, están dirigidos a un sector demográfico que no tiene acceso a ninguno de estos productos. El no tener acceso a una tarjeta de crédito dice mucho del perfil del usuario de este tipo de créditos (en los grandes almacenes te asaltan intentando colocarte una de estas tarjetas).
El proceso del préstamo rápido Básicamente el proceso consiste en pedir una fracción de tu nómina, pensión, renta o subsidio a devolver el día de cobro. La financiera que otorga el préstamo solicita una documentación básica para verificar que estos ingresos se producen. En muchos casos vale con presentar los extractos bancarios que demuestren los ingresos períodicos declarados. Los procesos de verificación de ingresos varían de una financiera a otra y de la legislación del país.
Como todo crédito la financiera cubre el riesgo de impago con una garantía. En aquellos países donde un cheque sin fondos es una cosa seria suele ser garantía suficiente. Lo más eficienciente suele ser el cargo en cuenta de la devolución del crédito automáticamente después de producirse el ingreso.
Uso de los creditos rápidos Uno podría pensar que los crédtos rápidos cubren los gastos extras imprevistos cuyo desbarajuste se termina de equilibrar en el transcurso de unas semanas. Sin embargo, el usuario de este tipo de financiación recurre a ella una media de cinco veces al año, utilizando este recurso de manera habitual como forma de cubrir sus gastos. Es un tipo de crédito dirigido a rentas bajas, con problemas para llegar a fin de mes de manera regular.
Críticas Precisamente por ser utilizados por personas de rentas bajas, con acceso limitado a la financiación bancaria tradicional y que recurren varias meses al año a los créditos rápidos, hacen que se achaque a este tipo de productos una disminución adicional de renta en grupos que ya de por si sufren estrecheces económicas.
En otros países como Reino Unido o Estados Unidos las financieras de créditos rápidos han recibido denuncias por publicitarse en redes sociales incumpliendo la regulación vigente o por la realización de prácticas abusivas en el recobro de las deudas.
La forma de cálculo de los intereses aplicados por la financieras del crédito rápido hacen que estos sean dramáticamente más altos que cualquier otra forma de financiación. Estas cifras, que no calculan los gastos de tramitación del préstamo aparte como si ocurre en otros créditos, llaman la atención por abultadas, siendo normal aplicar un TAE de mil al trece mil por cien (si, si, trecemil).
Contra argumentos La industria del crédito rápido argumenta su función de la siguiente manera:
- Para una típica operación de préstamo de 100 euros a 30 días con un 20% TAE la devolución de los intereses no supera los cincuenta céntimos lo que hace imposible cubrir los costes de la operación.
- Descontados los costes operativos de las financieras del crédito rápido la rentabilidad obtenida no supera el 5%. Porcentaje que si supera la banca tradicional.
- Se ofrece un tipo de préstamo que a un tipo de usuario que no tiene acceso a otro tipo de financiación.
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